En mi Bucket List, escribir un libro antes de cumplir cuarenta años ocupaba las primeras líneas; curiosamente, ninguna otra meta de vida tenía un tiempo definido, pues esta es una lista para “antes de partir”, y nunca se sabe cuándo será.
Posterior al nacimiento de mi segunda hija, experimenté situaciones laborales que permitieron “quedarme en casa”, se imaginarán lo que ello significa para una workaholic. Fue en ese periodo donde mi compañero de vida; José Ramón, quien siempre veía una oportunidad en cualquier situación, me insistió en que comenzara a escribir mi primer libro, ya que él veía en mí a una escritora talentosa y apasionada.
Así, comencé a escribir página tras página y, aunque me sentí drenada, pues cada letra va cargada de emociones, de entrega, de pasión, también me sentí satisfecha debido a que estaba avanzando en un propósito de vida.
Pensé que lo “difícil” había terminado; sin tener ninguna experiencia publicando un libro, contraté al primer editor que me recomendaron. Envié la obra completa, unas 200 páginas de mi borrador a México, pagué miles de dólares para que “el experto” me dijera que mi obra estaba perfecta; me la devolvió sin correcciones, adecuaciones, o mejora alguna porque para él la historia estaba tan buena que debía, incluso, ir a cine… yo me sentí estafada, especialmente porque luego me enteré que uso sin mi autorización retazos de mi obra, pero esa es otra historia.
José Ramón insistía en leerlo, ya que estaba seguro de que el editor no se había equivocado, de hecho, que era TAN buena la historia que por ello aquel editor, poco profesional por cierto, la divulgaba sin mi autorización. “Si algo te duele, conviértelo en un libro, escribir es lo tuyo; es tu don, lo haces desde el corazón. Naciste para escribir y conectar con el mundo a través de las letras”, me decía. Yo creía que lo afirmaba porque me amaba y tal vez no estaba siendo tan objetivo.
No obstante, tenía la sensación de que a la obra le faltaba “algo”, y en búsqueda del perfeccionismo y con la autoexigencia que me caracteriza lo encajoné bajo su mirada triste; él creía en mí incluso más de lo que yo misma lo hacía.
En marzo del 2018, a un año de cumplir 40, entre mis regalos estaba una nueva MacBook con una notita que decía: “Ya es tiempo de terminar lo que empezaste, ya es hora de que el mundo conozca tu brillo. Tu talento es un regalo que Dios te hizo para compartir con la humanidad; sería egoísta no hacerlo. Este es el tiempo para que nazca Eliza… Te prometo que será un éxito; seré el primero en leer ese best seller traducido en todos los idiomas; incluso, será película, y hasta serie de Netflix”. Yo sonreí.
Meses después, partió… Nunca leyó mi obra, aun siendo él quien me inspiró y motivó a hacerlo. Si me preguntan de qué me arrepiento, entre otras cosas, es de no mostrarle lo escrito, por mi absurdo perfeccionismo y mi temor a no estar a la altura de los grandes autores que él leía y comentaba, pues era un lector empedernido, amante, y crítico de las letras. Leía varios textos a la semana; su mente era realmente prodigiosa y extraordinaria. Fue un ser tan elevado en todos los aspectos, e incluso así, me admiraba y, sobre todo, me amaba.
Un monedero vacío, un estómago hambriento, y un corazón roto son las mejores motivaciones en la vida. Yo he tenido las tres, y todo es como ha tenido que ser: ni antes, ni después. Han tenido que pasar años para que “desempolvara” lo escrito y lo terminara, pues el alma todo lo sabe; tuve la intuición de que había que modificar el último capítulo para terminar la historia.
Y tal vez, solo tal vez, el editor tenía razón, pero ya no importa: no busco perfección; por el contrario, escribo con el corazón y fluyo con la certeza de que Eliza, personaje principal del libro, conectará con quien la lea, porque todos hemos sido Eliza en algún momento de nuestra vida, porque es una historia inspirada en la vida real que espejea a miles que avanzan a pesar del miedo, logrando imposibles.
Si este libro está en tus manos, es porque el mensaje debe llegar a ti. Nada es casualidad, y me emociona saber que nos conoceremos. ¡Sí! En esta era tecnológica, todo es posible, y me haría muy feliz leer tus comentarios en redes sociales. Usa el hashtag: #LeyendoAZenia y etiquétame a través de @ZeniaVasquezV ¡Te leo, agradezco, y respondo!
Zenia Vásquez